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50 años de la muerte de Julio César Benítez

Una repentina y fulminante gangrena gaseosa se lo llevó a los 27 años un día antes de un decisivo Barça-Madrid en el Camp Nou

Hace cincuenta años. El sábado 6 de abril de 1968, un día antes de un decisivo FC Barcelona-Real Madrid en el Camp Nou, una noticia terrible golpeó brutalmente a todos: el defensa uruguayo del Barça Julio César Benítez había muerto. Una repentina y fulminante gangrena gaseosa se lo había llevado a los 27 años. La conmoción entre los aficionados barcelonistas fue tremenda, ya que Benítez era especialmente querido, no sólo por su clase superlativa y su espíritu de lucha sino también por su carácter alegre y jovial.

Ante la capilla ardiente, instalada en el palco presidencial del Camp Nou, desfilaron unas 150.000 personas de toda edad y condición, en un emotivo peregrinación que se prolongó desde las diez de la mañana del domingo 7 de abril hasta las tres de la tarde del día siguiente. Los jugadores del Barça, acompañados por sus compañeros del Espanyol y del Real Madrid lo velaron, aún incrédulos ante el drama que había sucedido. El madridista Gento, que había sido su gran rival dentro del terreno de juego, se quedó petrificado y rogó durante largos minutos ante la capilla.

La cola de gente, ordenada y silenciosa, se extendía a lo largo de cientos de metros. De madrugada aparecieron taxistas y camareros que finalizaban su jornada laboral. Después, cuando aún el sol no había salido, se vieron trabajadores de los mercados. Ya al ​​amanecer, llegaron hombres y mujeres que iban a la fábrica y el taller. Más tarde, los empleados de oficinas, almacenes y tiendas. Después de todo, fue una manifestación impresionante de duelo como pocas veces se ha vivido en la ciudad de Barcelona. Como se pudo leer en una publicación de la época, "esta muestra de solidaridad en el dolor, esta explosión de hermandad en torno a un jugador no podría explicarse si no estuviera detrás un club de las características del Barcelona. El Barça es un símbolo de nuestra tierra, de nuestra región. Algo profundamente enraizado en el espíritu y en el sentir de todos cuantos viven hondamente sus colores y los sienten y defienden como algo propio".

Julio César Benitez fue enterrado en el cementerio de las Corts, al lado del Camp Nou, a las seis de la tarde del lunes 8 de abril de 1968. Al día siguiente se celebró el Barça-Madrid que no se pudo disputar el domingo y que se había aplazado dos días. Los compañeros de Benítez, agarrotados por la pena, no jugaron un buen partido y no pudieron dedicarle la victoria: el partido acabó con empate a un gol. Aquella Liga la acabaría ganando el Real Madrid, pero el Barça consiguió resarcirse al vencer en la final de Copa al equipo madridista y en el mismo estadio Santiago Bernabeu (1-0). Fue la famosa "final de las botellas". Aquel 11 de julio de 1968 Sadurní, Torres, Gallego, Eladio, Zabalza, Fusté, Rifé, Zaldúa, Mendonça, Pereda y Rexach pudieron decir: "Va por ti, Julio".

Un fuera de serie

Benítez fue uno de los defensas de más categoría que ha tenido el Barça en toda la historia. Nacido en Montevideo (Uruguay) el 1 de octubre del 1940, a los 16 años ya jugaba en la Primera División uruguaya, en las filas del Racing Club de Montevideo. En 1959 fichó por el Real Valladolid y un año después pasó al Real Zaragoza. Cuando el Barça se hizo con sus servicios, en agosto de 1961, ya era considerado un crack.

Con el equipo barcelonista ocupó varias posiciones, ya que primero fue interior, después centrocampista y finalmente lateral derecho. Si bien terminó siendo defensa, su mentalidad era ofensiva, de carácter creativo. Sus aptitudes técnicas, extraordinarias, lo hacían un maestro con el balón en los pies. Además, era un especialista consumado en el lanzamiento de golpes francos. Como contrapunto negativo, su carácter, bondadoso fuera pero temperamental y apasionado dentro del campo, le ocasionó muchos problemas con los árbitros.

Benítez jugó 259 partidos y marcó 31 goles con la camiseta azulgrana. Ganó la Copa 1962/63, la Copa de Ferias 1965/66 y, a título póstumo, la Copa 1967/68. Hasta la llegada de Dani Alves, fue considerado el mejor lateral derecho de la historia del Barça.

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