Toda una vida entre los tres palos
Albert nunca pensó en jugar tan atrás. De hecho, era el delantero del equipo de la escuela. Todo cambió cuando, en un partido, su portero se lesionó y él lo sustituyó como si de un juego se tratara, desconocedor de que se convertiría en su gran pasión… Una pasión que continúa disfrutando más de 70 años después. Hoy, 14 de abril, es un buen momento para conocer la historia de Albert Maiquez, socio y jugador de la Agrupación de Jugadores del FC Barcelona.
Los inicios
Aquella primera toma de contacto en la escuela le gustó mucho. El joven portero destacaba, y fue fichado por el Bergadà-Les Corts antes de que el Barça se fijase en él. Con 16 años fichó por el amateur azulgrana. Allí vivió mil anédotas, destacando la victoria en el Campeonato de España Amateur la temporada 1960-61 en Valencia. Aún recuerda varios nombres de sus excompañeros: “Junquer, Tusset, el “Peneque”, Ruiz, “Bonito” García, Silvestre, Arnau, Pons...”.
Con 21 años y jugando en el Condal (extinto filial culé) el servicio militar cortó en seco su proyección: “eran otros tiempos, y mis padres decidieron que haría la mili donde me tocara, no en el Bruc con la ayuda del Club” – recuerda. La suerte no le acompañó: le destinaron a un campamento militar en África. Roser, su mujer desde hace 56 años, lamenta como “si no fuera por eso, hubiera jugado en el primer equipo”. De hecho, el Sevilla le quiso fichar cuando jugaba allí, “pero mi padre no me dejó marcharme y no podía decidir porque aún era menor de edad” – asegura Maiquez.
De la mili a Vilanova
Tras volver del servicio militar, fichó por el Vilanova. Astuto, sabía lo que hacía: “fichó por ellos siendo consciente de quién era el presidente del club. Él era el jefe de la autoescuela donde empecé a trabajar, así que siempre arreglábamos los horarios para salir antes e ir a entrenar”. El pueblo le adoraba, ya que sus paradas fueron providenciales para el ascenso del equipo de regional a tercera división. Más tarde, colgó las botas de la competición oficial y, como veterano, continuó defendiendo sus colores.
La edad no le detiene
Hace 17 años, ya jubilado y viviendo en Barcelona, descubrió la Agrupación de Jugadores. Desde entonces, es uno de los habituales en los entrenamientos de la Ciutat Esportiva Joan Gamper. Ahora tiene 83 y, si nada se lo impide, sigue cumpliendo. Roser explica como un compañero suyo se le acercó un día que fue a verlo y le dijo: “cuando viene, se me ponen los pelos de punta de la ilusión con la que llega con su maleta. Se cambia en el vestuario y, cuando se pone los guantes, le sale una cara de alegría”.
Por su edad se podría considerar que sus capacidades bajo palos están bajo mínimos, pero nada más lejos de la realidad. En un momento de la entrevista se incorpora Enric Castellà, compañero suyo en la Agrupación, para recordar una anécdota que vivió con él:
“En un amistoso, hace 4 años, uno de los rivales del equipo contrario le vio salir de titular y me preguntó si sería capaz de detener algún balón. Ese día paró tres espectaculares y dejó la portería a cero. Con el pitido final, el mismo hombre me preguntó si Albert tomaba alguna cosa especial” – al decirlo, los tres empiezan a reír.
Albert le quita hierro al hito que consigue cada día que va a entrenar y su sabiduría habla por él: “Ya no es ganar o perder. Estás con los compañeros y te relacionas con ellos. […] Todos hemos jugado a fútbol y somos competitivos, pero esto ya ha pasado un poco a la historia”.
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