EN PRIMERA PERSONA: Demetrio Albertini
Italia está jugando estas semanas uno de los partidos más importantes de su historia.
Desgraciadamente, como casi todo el planeta, los italianos estamos obligados a vencer al rival más peligroso que nos hemos encontrado hasta la fecha: el covid-19. Se trata de un reto muy complicado que debe sacar lo mejor de todos nosotros para que el país pueda derrotar a este virus, pero no tengo ninguna duda de que entre todos nos ayudaremos y conseguiremos que dentro de poco tiempo podamos decir con orgullo que hemos ganado a nuestro gran enemigo.
Estos días están siendo muy diferentes para mí y para mi familia. Cuando nos enteramos que el norte de Italia empezaba a ser una zona de riesgo, y antes de que el Gobierno decidiera cerrar todo el país, decidimos desplazarnos hasta la Toscana, cerca de Coverciano, donde está la Ciudad Deportiva de la Federación Italiana de Fútbol y donde tengo situado mi despacho. Venir hasta aquí era la mejor opción para alejarnos de uno de los epicentros del contagio y para poder seguir desarrollando mi trabajo como responsable de formación de la Federación.
El coronavirus ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos la manera que teníamos los italianos de vivir. En mi caso, la vida en Coverciano se resume en estar conectado a Internet las 24 horas del día para seguir ejerciendo las funciones laborales de mi empresa, Dema4, además de todas las obligaciones que estos días tenemos en la Federación. Mis dos hijos, Federico y Costanza, estudian desde casa también a través de Internet, y tanto Uriana, mi esposa, como yo, intentamos echarles una mano con lo que podemos. Al igual que ellos lo hacen con nosotros. El confinamiento ha cambiado todas las relaciones sociales en Italia, pero esto también tiene cosas buenas, como por ejemplo las nuevas iniciativas solidarias que están surgiendo gracias a las redes sociales. Nosotros participamos en campañas como la de los artistas Chiara Ferragni y Fedez, y además también organizamos las nuestras en mi centro de pádel. Todas ellas destinadas a incrementar los recursos de los hospitales.
Estar en casa tantas horas estos días hace que tu cabeza dé muchas vueltas. A mí, por ejemplo, me toca estar pendiente cada dos por tres de llamadas y de videoconferencias de la Federación. Ahora mismo, el fútbol está parado en Italia, por razones evidentes, y nuestro trabajo es esforzarnos para esclarecer lo que quieren saber millones de seguidores de nuestro calcio. ¿Cuándo se reanudará la Serie A y las otras competiciones?
Nuestra idea es que vuelvan a arrancar a principios del mes de mayo, pero en este momento hay muchos escenarios abiertos: no se descarta que la Serie A se juegue durante los meses de verano, pero tampoco que se cancele la temporada o que se dispute siguiendo un sistema de play-off y de promoción de descenso. De hecho, ya estamos trabajando con estas posibilidades, pero es muy complicado poder calcular plazos en este escenario de incertidumbre en el que tenemos que recordar que la salud es lo más importante. Lo mismo sucede con la Liga de Campeones. La Champions tiene una complicación añadida y es que implica a muchos países, y eso quiere decir que todos tenemos que correr en la misma dirección y a la misma velocidad para quedar libres de la pandemia casi al mismo tiempo y seguir jugando. Es todo muy confuso, pero ojalá las competiciones se puedan terminar dentro del terreno de juego.
Cuando pienso en el regreso del fútbol, es inevitable echar la vista atrás y recordar cómo uno mismo se apasionó por primera vez de esta gran locura sana. En mi caso, todo empezó en 1982, cuando Italia ganó la Copa del Mundo en Madrid. Yo sólo tenía 11 años, pero ese momento de gloria, en el que todo el país se unió para celebrar juntos aquel Mundial, significó un punto de inflexión. Allí es donde empecé a soñar en poder llegar a la élite y también en tener mi propio cromo, mi propia figurina Panini.
Este gran sueño se pudo hacer realidad la temporada 1988/89. Fue entonces cuando debuté vistiendo la camiseta del club de mis sueños, el AC Milan. Tuve la oportunidad de estrenarme en un equipo de grandes estrellas dirigido por uno de los mejores entrenadores de todos los tiempos, Arrigo Sacchi, el técnico que me dio la oportunidad de subir al primer equipo. Yo siempre digo que hay dos entrenadores que han marcado de lleno mi trayectoria como futbolista. Uno, sin duda, es Sacchi, y el otro es Fabio Capello. Arrigo Sacchi no sólo quería ganar, sino que también quería marcar la historia con su estilo, y de hecho lo consiguió, igual que lo está haciendo el Barça en las últimas temporadas.
Cuando yo estaba en el Milan también coincidí varios años con una persona que, junto con Carlo Ancelotti, fue mi maestro dentro del terreno de juego, un jugador que posteriormente se convirtió en mi entrenador. También tuve el honor de tener a Ancelotti como técnico, pero en esta carta os quiero hablar de una figura que terminó tejiendo una estrecha relación con el Barça. ¿Sabéis de quién hablo?
Naturalmente, hablo de Frank Rijkaard.
La verdad es que nunca imaginé que Frank acabaría dirigiendo a un equipo. Cuando jugaba a su lado, nunca levantaba la voz. De hecho, cuando llegué al Barça, bromeaba con él diciéndole que por fin le escuchaba. Rijkaard fue imprescindible para que yo aterrizara en el Camp Nou en 2005. Él me convenció para venir, quería un perfil ganador dentro del vestuario que, además, pudiera aportar su experiencia dentro del campo. Fueron unos meses muy felices que culminaron con la consecución de la Liga, la primera que ganaba el Barça desde la temporada 1998/99. El FC Barcelona siempre ha sido parte de mi carrera futbolística, aunque sólo haya jugado seis partidos como azulgrana. Es curioso, pero es así. ¿Por qué digo esto?
Pues por muchas razones. Primero de todo, y como anécdota: nunca he perdido contra el Barça, ni en partido amistoso ni tampoco en oficial. Además, mi carrera futbolística siempre se ha desarrollado paralelamente a la de Guardiola. Los dos formamos parte de la misma generación, ambos con el dorsal '4' a la espalda y jugando en la misma posición de dos clubes muy importantes.
Pero hay más.
Acabé en Barcelona mi carrera como jugador y, de momento, la única final de la Champions que he organizado como miembro de la Federación Italiana -una vez ya retirado- fue la de Roma de 2009. ¿Quién ganó aquella Liga de Campeones? El Barça. No es necesario añadir nada más.
También es verdad que estuve involucrado en uno de los capítulos más tristes de la historia azulgrana reciente. Ya os imagináis de cuál os hablo, ¿verdad? La final de la Copa de Europa de 1994 en Atenas.
Cuando lo pienso, es complicado entender qué es lo que ocurrió aquel 18 de mayo de 1994. El Barça había ganado la Liga el fin de semana anterior y venía con mucha confianza. Nosotros, en cambio, tuvimos 15 días limpios para preparar aquella gran final. Supongo que esto jugó a nuestro favor. El Dream Team de Johan Cruyff era un equipo mágico, tenía un estilo único, pero físicamente era inferior a nuestro Milan. Yo mido 1,81 de altura y peso poco más de 80 kilos. En aquel Barça, habría sido uno de los jugadores más altos y corpulentos. En cambio, en el AC Milan era el futbolista más pequeño.
Recuerdo que planteamos un duelo con una presión muy alta porque sabíamos que ellos estaban más cansados que nosotros. Podían dominarnos con el balón un rato, pero nosotros teníamos más opciones en jugadas a balón parado. Fue una final con un recuerdo dulce, aunque soy muy consciente de que en Catalunya no se vivió igual.
1994 fue un año muy relevante en mi vida. Dos meses después de levantar la Liga de Campeones, me tocó encajar una de las derrotas más duras de mi vida, la de la final del Mundial contra Brasil. Caímos en la tanda de penaltis 3-2. Yo chuté uno y lo pude transformar. De hecho, era la primera pena máxima que lanzaba como profesional.
Fue durísimo perder ese partido. De este tipo de golpes sólo te puedes levantar con coraje y con el apoyo de todo el país. La derrota en el Mundial fue una lección que me ayudó a crecer y a convertirme en el futbolista y en la persona que soy hoy. Me considero un ganador. He ganado títulos en todas las temporadas de mi carrera, menos con el Atlético de Madrid en la 2002/03 -aunque no puedo olvidar aquel gol de falta que marqué en el Santiago Bernabéu como colchonero-, y eso me ha permitido disfrutar de una retirada profesional de ensueño.
Rijkaard, cuando me fichó, quería que implantara este carácter ganador dentro de un vestuario -el del Barça- tocado por las lesiones y con grandes promesas que aún no habían explotado. Al final, mi etapa como azulgrana resultó ser un gran punto y final a mi carrera, un desenlace redondo que tuvo como guinda del pastel el homenaje que me rindieron el mismo Barça y el AC Milan una temporada más tarde. Ver San Siro lleno hasta la bandera aquel 15 de marzo de 2006, con tantas estrellas del fútbol mundial reunidas en un mismo terreno de juego, me hizo despertar un orgullo y una emoción única que nunca olvidaré. Lo llevaré siempre dentro de mí.
Ahora, sin embargo, y ante la situación de excepcionalidad que estamos viviendo, es momento de pensar colectivamente y de remar todos en la misma dirección. Volveremos a ganar como lo hemos hecho siempre y volveremos a demostrar que, cuando trabajamos juntos, nadie nos puede parar.
Un abrazo muy fuerte desde el fondo de mi corazón a toda la afición azulgrana. Siempre seréis parte de mi vida.
¡Força Barça!