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EN PRIMERA PERSONA: Luis Suárez Miramontes

El ex jugador de Barça e Inter de Milán, y único Balón de Oro español de la historia, repasa a sus 84 años su etapa de azulgrana días antes de recibir al conjunto italiano en el Camp Nou

Desde pequeño he tenido una gran pasión por el fútbol. Como casi todos los niños de mi época, yo jugaba al fútbol en las calles de mi barrio. Tenía dos hermanos mayores que yo que también jugaban. Yo los iba a ver cuando jugaban en el Deportivo Juvenil. Desgraciadamente, ellos ya no están.

Llegué al primer equipo del Deportivo de la Coruña con sólo 18 añitos. Pero allí sólo estuve un año. ¡Menos de un año! Hasta que vino el Barça y me fichó.

Mi debut con el Deportivo fue en el Camp de Les Corts. Entonces había una gran diferencia entre los equipos grandes y pequeños y el Barça nos metió seis goles pero yo, que era muy joven, hice algunas cosas interesantes que llamaron la atención. A partir de ese día el FC Barcelona me empezó a seguir y la temporada siguiente yo ya vestía de azulgrana.

Desde pequeño he tenido una gran pasión por el fútbol. Como casi todos los niños de mi época, yo jugaba al fútbol en las calles de mi barrio. Tenía dos hermanos mayores que yo que también jugaban. Yo los iba a ver cuando jugaban en el Deportivo Juvenil. Desgraciadamente, ellos ya no están.

Llegué al primer equipo del Deportivo de la Coruña con sólo 18 añitos. Pero allí sólo estuve un año. ¡Menos de un año! Hasta que vino el Barça y me fichó.

Mi debut con el Deportivo fue en el Camp de Les Corts. Entonces había una gran diferencia entre los equipos grandes y pequeños y el Barça nos metió seis goles pero yo, que era muy joven, hice algunas cosas interesantes que llamaron la atención. A partir de ese día el FC Barcelona me empezó a seguir y la temporada siguiente yo ya vestía de azulgrana.

En el Barça jugué durante siete temporadas. Tuve a siete entrenadores diferentes: Sandro Puppo, Ferenc Plattko, Domènec Balmanya, Helenio Herrera, Enric Rabassa, Ljubisa Brocic y Enrique Orizaola.

Debo decir que con todos tuve una muy buena relación, aunque alguno me obligara a hacer cosas un poco extrañas. Sí, sí. Ferenc Plattko debió verme demasiado ligero y se le ocurrió ponerme un punching ball para que yo le diera puñetazos y cogiera masa muscular. ¡Tenía que estar media hora encerrado en un pequeño habitáculo tras cada entrenamiento! Es cierto que yo no tenía un físico muy desarrollado pero esto... Después de una semana dando golpes fui a verlo a su vestuario y le dije: "Míster, yo encerrado en esta habitación no vuelvo a estar. Yo he venido a jugar al fútbol, ​​no a boxear". ¿Para qué debía servirme a mí el boxeo?

Durante mis años en el Barça viví también el último cambio de estadio. En 1957 pasamos de jugar en el Camp de Les Corts a hacerlo en el Camp Nou. Los jugadores lo aceptamos como una situación normal, previsible, ya que el equipo había ganado muchos títulos y el estadio se había quedado pequeño.

Pero el Camp de les Corts era un estadio tan maravilloso para jugar al fútbol... Había un gran ambiente y la gente estaba muy cerca. Podías sentir el calor humano, ¡era magnífico! El Camp Nou era algo diferente, aunque también era y sigue siendo un gran estadio para jugar al fútbol.

Habíamos ganado tanto que tuvimos que cambiar de estadio.

Pero, a pesar de todo, se había creado una situación que acabó provocando mi adiós.

No sé muy bien por qué pero el público del Barça me empezó a pitar.

Se había generado una situación de rivalidad entre Ladislao Kubala y yo que en realidad no existía. Él y yo siempre nos habíamos llevado muy bien pero la gente insistía en pitarme cuando él no jugaba. La cuestión es que yo no ocupaba su lugar en el campo. Yo hacía de organizador de juego. Teníamos roles diferentes y, cuando él no jugaba, seguramente era porque Kocsis, Evaristo o Eulogio Martínez, otros grandes jugadores que teníamos en el equipo, eran los que jugaban en su sitio. De hecho, me silbaban también cuando Kubala jugaba.

Kubala era una auténtica leyenda del barcelonismo. Él trajo a España cosas nuevas que no se habían visto nunca hasta entonces. La protección del balón cuando el equipo ganaba, las faltas con efecto por encima de la barrera e incluso los penaltis con parada previa. Después los brasileños inventaron el nombre de 'paradinha' ¡pero él ya las hacía en los años 40 antes que los brasileños!

Kubala tenía toda la calidad, una corpulencia física fuera de lo común y una extraordinaria técnica.

Yo le admiraba y no entendía por qué el público me silbaba y nos quería enfrentar. ¡Yo no tenía culpa alguna!

En aquella época, es cierto que Kubala venía de recuperarse de una lesión grave y posiblemente su rendimiento había bajado un poco respecto al de años atrás. Pero la gente, en lugar de alegrarse por mi irrupción en un momento en el que Kubala quizás estaba en horas más bajas, optó por un camino diferente y me cogió manía a mí. Tengo la sensación de que en el Barça siempre ha habido problemas cuando ha habido más de un líder. Y yo creo que mucho mejor si hay dos, tres o cuatro grandes jugadores que sólo uno.

Era muy extraño. En la calle la gente me felicitaba por mi rendimiento, porque yo en el Barça jugué siempre con todos los entrenadores, pero una vez en el estadio eran mayoría los que me silbaban. No me cuadraba.

Sea como sea, Helenio Herrera, quien me había dirigido en el Barça y entonces era entrenador del Inter, se aprovechó de la situación y me fichó por el conjunto italiano.

No fue una decisión difícil de tomar: todo el revuelo que se generaba con el público en los partidos en casa me hicieron aceptar la oferta del Inter. Además, tenía la ilusión de poder triunfar fuera de la Liga española. Fui el primer futbolista nacido en España en jugar en Italia.

¿Me hubiera ido del Barça sin este problema con el público?

No lo sé. Creo que me habría quedado. Es cierto que el factor económico habría podido influir: Italia y su Liga tenían entonces una potencia muy superior a la española. Pagaron por mí 25 millones de pesetas de la época [ahora serían 204.000 euros], ¡que era una barbaridad! Sinceramente, sin embargo, creo que me habría quedado y me habría acabado retirando en el Barça. Quiero recordar que en aquella época la relación de calidad y popularidad del Barça era mucho más alta que la del Inter, que hasta entonces no había ganado tantas competiciones como las que ganaría más adelante.

Mi final en el Barça fue algo triste. Mi último partido fue la final de la Copa de Europa de 1961 contra el Benfica. Perdimos por 3-2 en la recordada final de los palos cuadrados. ¡Qué mala suerte tuvimos! Antes de la final mi fichaje por el Inter ya estaba cerrado. Había gente que creía que yo no jugaría por miedo a lesionarme pero el entrenador, Enrique Orizaola, me conocía bien y me hizo jugar. Ganar la Copa de Europa habría sido el colofón perfecto a mi etapa como azulgrana.

Hice un gran partido en la final de Berna. Tanto, que la afición del Inter se frotaba las manos con mi fichaje. Unos años antes también habíamos ganado por 4-0 y 2-4 al Inter en la Copa de Ferias. Yo tenía miedo que pensaran que fichaban a un jugador que tiraba los córners y también los remataba.

Tuvimos muy mala suerte en la final de la Copa de Europa del 1961. Ganarla habría sido el colofón perfecto

LUIS SUÁREZ MIRAMONTES

Vuelvo a Helenio Herrera. Él fue una pieza clave en mi trayectoria. Tras dirigirme en el Barça, en Milán ganamos juntos dos Copas de Europa y dos Copas Intercontinentales, además de varias Ligas. Ahora todavía me paran por la calle en Milán, ciudad donde vivo, aficionados de todas partes que saben que formé parte del Grande Inter, tal y como se conoce a aquel equipo que hizo historia.

Sobre esto, aún recuerdo cuando en Barcelona iba a entrenar cogiendo el transporte público. Hasta los 21 años no tuve coche y todos vivíamos en la calle Aribau o en la calle Casanova y cogíamos el tranvía con toda la tranquilidad del mundo para ir a Les Corts. Ahora un futbolista en activo casi no puede ni salir a la calle...

Vuelvo a Helenio Herrera. Él fue una pieza clave en mi trayectoria. Tras dirigirme en el Barça, en Milán ganamos juntos dos Copas de Europa y dos Copas Intercontinentales, además de varias Ligas. Ahora todavía me paran por la calle en Milán, ciudad donde vivo, aficionados de todas partes que saben que formé parte del Grande Inter, tal y como se conoce a aquel equipo que hizo historia.

Sobre esto, aún recuerdo cuando en Barcelona iba a entrenar cogiendo el transporte público. Hasta los 21 años no tuve coche y todos vivíamos en la calle Aribau o en la calle Casanova y cogíamos el tranvía con toda la tranquilidad del mundo para ir a Les Corts. Ahora un futbolista en activo casi no puede ni salir a la calle...

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Como iba diciendo, Helenio Herrera era, por encima de todo, un gran trabajador. Vivía las 24 horas del día por el fútbol. Quería ganar siempre. Era un adelantado a su tiempo en cuanto a la preparación física. Los años previos a su llegada no tenían nada que ver con los suyos en lo que se refiere a intensidad y velocidad. Siempre entrenaba con balón y no paraba de decirnos '¡Dale, dale, dale!'.

Con él yo aumenté muchísimo mi rendimiento. También me ayudó a hacer crecer mi personalidad.

Tenía la vez un gran poder de persuasión. Convencía. Era un entrenador maravilloso sobre todo para los jugadores a los que les faltaba algo para ser grandes. A éstos los convencía y los hacía rendir por encima de sus posibilidades.

Era conocido también por sus frases. Como el día antes de un Betis-Barça, que soltó que ganaríamos sin bajarnos del autocar. Os podéis imaginar la que se armó en el campo... Me tocó un defensor bético que nada más empezar me dio dos tarascadas que le dije '¿Adónde vas?' Él me recordó las palabras de mi técnico y yo le sugerí que se lo fuera a comentar directamente a él en el banquillo en lugar de ir a por mí.

Helenio Herrera decía aquellas frases porque podía decirlas. Sabía que tenía un equipazo que al día siguiente ganaría.

Con el Inter de Milán volví varias veces al Camp Nou. La primera fue en un amistoso incluido en el contrato de mi traspaso. Fue poco después de mi fichaje por el Inter, cuando todo estaba aún muy reciente. Ese día el público culé me ​​pitó como nunca. Rematé fuera y me pitaron mucho. Después, una segunda vez, lo mismo.

En una reacción de la que ahora me arrepiento, hice un corte de mangas a la afición y me fui. Sin avisar al entrenador. Hubiera podido avisar antes a HH para que me cambiara... pero fue una reacción espontánea. Al contrario que en el Barça, cuando ya estaba preparado para los silbidos de mi afición, aquel día, como jugador del Inter, no me lo esperaba.

Ahora me arrepiento de aquel gesto. No se debe hacer.

Más adelante, en octubre de 1968, Sandor Kocsis me llamó para invitarme a su partido de homenaje en Barcelona. Acepté y asistí. Ese día cualquier detalle mío venía acompañado de una ovación enorme. Creo que la afición del Barça ya se había dado cuenta del error que había cometido conmigo.

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